Los años pasan, el tiempo pasa.

Pasa el viento a través de tu pelo y pasan los atardeceres esperando tu mirada.

No necesito tus promesas. Necesito tu sonrisa.

Necesito más que tu mirada.

Miedo, no.

Alguna vez alguien, que no recuerdo o no quiero recordar, me dijo que la vida es un instante. Lo malo de frases como esa, es que no se les toma el peso o no se les da la importancia que necesitan. O quizás, uno no es capaz de entenderla como debería.

El punto es que ese instante es ahora, no lo fue ayer en esa pieza de hospital, no lo será mañana cuando todas las batallas no valgan nada. Es ahora, en este momento, ahora es cuando se necesita que entendamos que es posible que ese instante sea más que eso, sea un minuto, unos años, una realidad para nosotros, nuestros hijos, nietos y las demás generaciones que nos seguirán.

El 4 de agosto, hoy, el martes y cualquier día es el mejor momento para alzar tu voz, dirigirte a un intocable, mostrar que tienes más de una razón bien argumentada para empoderarte de las calles, antes y ahora prohibidas, mostrar que tenemos algo que decir.

El ambiente puede estar enrarecido, polarizado, pero jamás estará lo suficientemente amenazado para pedir lo justo, lo mínimo, lo ideal y lo utópico. En pedir no hay engaño, dicen.

Puedo sentir en mi piel aquellos rastros que te marcaron ayer.